lunes, 11 de octubre de 2010

Fijando huesos rotos...


(basada en una experiencia de mi ministerio en Cancun y dedicado a un amigo en otro lado)

Una miríada de complejidades rodea al hermano "tomado en alguna falta" (Gálatas 6:1) Cada incidente trae su propio conjunto de elementos y circunstancias. Al contemplar una entrada de blog sobre esto, me pregunto, "¿por dónde empiezo?"

Sin embargo, sí, estoy seguro de una cosa:

¡Quiero que vuelva!

¡Y que esté mejor que nunca!

Creo que así lo desea Jesús también.

“Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil...” (Ezequiel 34:16a)

Refrescar huesos es un reto, pero un ministerio divertido. Si lo hago bien, otros están felices. Y eso me hace felíz a mí.

Fijando huesos rotos es un proceso distinto... ayudando a que otros conozcan a Jesús, quién les ayuda a componer sus vidas de tal modo que no quieran ya otra cosa más que servirle.

Aun hay otro ministerio: a creyentes que se han caído y se les han roto los huesos espirituales. Para mí, aquí es donde se pone feo el asunto.

Conozco a una persona que se fracturó el brazo de chiquita. Hoy está bien. Pero cuando la ves, te das cuenta de que en algún momento en la vida se había fracturado el brazo y que nunca va a ser como antes.

Conozco a personas que se han caído y se les rompieron los huesos espirituales. Por alguna razón, los huesos rotos no se los fijaron bien. En cuanto las ves, te pones triste, porque pareciera que nunca van a ser como eran antes.

¿Será toda la culpa de los que se cayeron? ¿Qué tan bueno soy, realmente, para fijar huesos rotos?

Tengo una idea de cómo refrescar huesos; entiendo la teoría de fijar huesos rotos. Pero me siento como novato cuando se trata de personas que sus huesos rotos se los fijaron de tal modo que sean diferentes... pero no para bien.

Sé que no puedo arreglarle la vida espiritual rota a nadie. Solamente me pregunto si me da temor enfrentar las complejidades que se presentan; o si me da temor subir la luz para que quede al descubierto mi propia falta de capacidad para fijar huesos.

Confieso que mis propias ideas de cómo fijar huesos rotos pueden estorbar el trabajo de Dios en los que se me acercan.

Pero más allá de eso, una parte de la responsabilidad de los huesos mal fijados proviene de una fuente que me da miedo; una de que no me gusta hablar tanto ante todos en un domingo: el tipo de fundamentalismo en el que había envuelto mi cristianismo era parte del problema.

Había actitudes y suposiciones implícitamente proyectadas como parte de ser un "verdadero" cristiano que impedían mi capacidad de fijar huesos rotos.

De repente, pienso que los afectados deberían de demandarnos a nosotros los "fijadores de huesos"... porque a lo mejor hayamos tenido parte en su caída desde el principio.

En lugar de susurrar acerca de los heridos y caídos en el reino de Dios y de qué les haya pasado en su propio interior, tal vez sea más provechoso para mí enfocar más atención a mi propia capacidad de fijar huesos rotos.

Querido hermano que te caíste y se te rompieron los huesos espirituales: Ojalá y pudiera darte un abrazote y decirte en la cara, "¡No tuviste toda la culpa! ¡Te tendieron una trampa!" Jesús te ama más de lo que pareces aceptar por ahora. Te quiere ver de vuelta... y yo también! Siempre te querré... Greg

No hay comentarios:

Publicar un comentario