viernes, 12 de febrero de 2010

Al tanto de Orbus...


¿Te acuerdas de Orbus? Ya tiene cuatro meses y medio. Aquí van unos pensamientos sobre la analogía que sigo viendo en su rescate:

Orbus va a ser más grande de lo que me imaginé.

Debo recordar eso en cuanto a la gente que Dios pone en mi camino para que yo la testifique. Solo Él sabe lo que será de ellos después... nada que ver con su historial y todo que ver con la gracia de Dios en sus vidas. No debo limitar mis expectativas para ninguno que haya abierto su corazón al Salvador.

La acción insignificante de traer a Orbus a casa alteró radicalmente su destino.

Debo vivir a la expectativa de oportunidades de ver lo extraordinario en lo ordinario. Rescatar es el corazón del trabajo del reino de Dios. Pero, no necesito ser paramédico para eso. Puedo hacerlo mediante acciones sencillas: sacar a alguien a tomar un café, responder cuidadosamente un correo, ponerme a escuchar en silencio, y contestar sinceramente las preguntas que me hagan. Ser parte de que alguien más encuentre a Jesús me hace sentir que entendí la parábola de la oveja perdida: “Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.” (Lucas 15:6b)

Orbus es parte de la familia ahora.

No es el perro más guapo de la calle; su ladrido es más un lloriqueo-gruñido-lloriqueo (aunque, sí, ocupa todo el cuerpo para sacarlo); le gusta “morder” el agua que sale de la manguera; cuando van llegando los niños a la congre, se mete debajo del sofá en mi estudio y finge estar dormido.

Pero, a pesar de eso, lo queremos y él nos devuelve el cariño. Él y Tango-el-gato son grandes amigos. Al principio, Tango-el-gato lo tiraba rodando entre cocina y sala; últimamente Orbus se lo paga con la misma moneda. Como sea, Orbus ahora es uno de nosotros y no pensamos tanto en sus rarezas.

Desde que le entregué mi corazón a Jesús, he sido parte de la familia de Dios. Me encuentro llevándome con gente que antes consideraba bastante rara. Bueno, a decir verdad, ¡sigue siendo gente rara! Pero luego me pongo a pensar: el que yo soporte las rarezas de los demás no ha de ser tan difícil como el que ellos soporten las rarezas mías. Como sea, yo soy parte de ellos ahora y no piensan tanto en mis rarezas. “...nos hizo aceptos en el Amado,” (Efesios 1:6b)

Orbus ha comenzado a aprender comandos básicos y obediencia.

Nuestra sobrina, Tina, trabajó con él las tres semanas que estuvo de visita con su mamá. Tristemente, se tuvieron que regresar a su tierra hace unos días. Eso quiere decir que si no persisto con su entrenamiento, Orbus al rato va a ser más molestia que bendición.

Hay gente alrededor de mí que comienza a aprender la obediencia a Jesús. Si no persisto en su entrenamiento, al rato puede ser más molestia que bendición en el trabajo del reino de Dios. Cuando se trata de Dios y Su Palabra, la obediencia selectiva no es obediencia.

Al mismo tiempo, Orbus tiene algo que realmente ¡me choca!

¡Nunca me da las gracias! Parece que ni idea tiene de qué tan suertudo es! Se la pasa felíz porque le doy de comer, lo acaricio, y le doy cosas que masticar. No valora cuánto hemos hecho por él. ¡Qué bruto! ¡Qué ingrato!

Bueno, ya no me está gustando la analogía. Pues, cada que lo pienso, es una maravilla que Dios no me saque a patadas de su casa de vez en cuando. Nunca confesaría que le he dado albergue a una actitud de que “Dios me lo debe”, pero es exactamente así cómo me porto. De alguna forma doy por sentado que mis necesidades y gustos básicos serán cubiertos... que si sufro no será por mucho tiempo... que si Dios quita será porque va a dar más después.

Orbus es un perro y le tengo que perdonar. Pero, ¿Cuál es mi excusa?

Siguiendo la tragedia en Haiti y acordándome de nuestros días pos-huracán en Cancun, me tengo que hacer una pregunta vergonzosa: ¿hace cuánto que he dicho, “gracias, Señor” por: despertarme hoy... techo... seres queridos aun a mi lado... un poco de agua para tomar... suficiente para bañarme... agua caliente para bañarme... con qué cepillarme los dientes... algo -cualquiera cosa- para comer... ropa... ropa limpia... zapatos... médico cuando lo necesito...?

¿Cómo es que tan fácilmente se me olvide que si fui rescatado por Jesús para toda la eternidad, cualquiera cosita demás que me dé es como el postre después de la cena?

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