sábado, 27 de febrero de 2010

El uso divino del pretérito...


TRAD.: “Por supuesto que la economía mexicana es más lenta...
les quita tiempo conjugar todos esos verbos.”

De entrada nos decían que para aprender otro idioma sería necesario aprender bien el tuyo. Resultó muy cierto. Es duro, pero el premio viene años después cuando te sientas tan cómodo en el idioma aprendido como en el natal.

El corazón del castellano ha de ser la precisión de los modos y tiempos de los verbos, para todos los cuales existe su conjugación especial. Además de memorizar las conjugaciones, hay que reconocer cuándo y cómo se usan... lo que es hasta más difícil. Para los de habla inglés, hay partes que corresponden directamente y hay partes que ni traduciendo se entienden. Diría que el dominio del modo subjuntivo sería de las áreas más díficiles para nosotros.

En cambio, cuando tienes que armar el rompecabezas de un idioma nuevo, ves más claramente muchos detalles gramáticales en que no te fijas tanto leyendo en el tuyo.

Me acuerdo cuándo empecé a captar la distinción en el tiempo pasado entre imperfecto y pretérito. Generalmente, el tiempo imperfecto describe una condición o algo que sucede en el pasado, mientras el pretérito marca una acción que terminó de hacerse en el pasado.

Se me comenzaron a resaltar pasajes de la Biblia en cuanto a la salvación que tenemos en Cristo Jesus que aparecen en el tiempo pretérito... acciones hechas y terminadas de hacerse en el pasado. Se reforzó lo que ya sabía: la salvación que nos hacía falta... ¡Dios ya la hizo!

según NOS ESCOGIÓ en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor HABIÉNDONOS PREDESTINADO para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual NOS HIZO aceptos en el Amado,” (Efesios 1:4-6)

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que NOS AMÓ, aun estando nosotros muertos en pecados, NOS DIO vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él NOS RESUCITÓ, y asimismo NOS HIZO SENTAR en los lugares celestiales con Cristo Jesús,” (Efesios 2:4-6)

Porque a los que ANTES CONOCIÓ, también los PREDESTINÓ para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también LLAMÓ; y a los que llamó, a éstos también JUSTIFICÓ; y a los que justificó, a éstos también GLORIFICÓ.” (Romanos 8:29-30)

¿Ya gozas de esta salvación?

Todo lo que falta es que te des cuenta y que abraces por fe lo que Dios te preparó mediante el sacrificio de Su Hijo. ¡Qué descanso! ¡Qué certeza!

No es para que te pongas religioso... ¡qué frustrante y aburrido sería! Mejor, ¡abraza a Jesús! ...mejor vida abundante y eterna que religiosidad muerta.

Si de ir al cielo se trata, tus esfuerzos no cuentan para nada, tu fe en Jesús, ¡Sí!


“Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe
sin las obras de la ley.” (Romanos 3:28)

viernes, 12 de febrero de 2010

Al tanto de Orbus...


¿Te acuerdas de Orbus? Ya tiene cuatro meses y medio. Aquí van unos pensamientos sobre la analogía que sigo viendo en su rescate:

Orbus va a ser más grande de lo que me imaginé.

Debo recordar eso en cuanto a la gente que Dios pone en mi camino para que yo la testifique. Solo Él sabe lo que será de ellos después... nada que ver con su historial y todo que ver con la gracia de Dios en sus vidas. No debo limitar mis expectativas para ninguno que haya abierto su corazón al Salvador.

La acción insignificante de traer a Orbus a casa alteró radicalmente su destino.

Debo vivir a la expectativa de oportunidades de ver lo extraordinario en lo ordinario. Rescatar es el corazón del trabajo del reino de Dios. Pero, no necesito ser paramédico para eso. Puedo hacerlo mediante acciones sencillas: sacar a alguien a tomar un café, responder cuidadosamente un correo, ponerme a escuchar en silencio, y contestar sinceramente las preguntas que me hagan. Ser parte de que alguien más encuentre a Jesús me hace sentir que entendí la parábola de la oveja perdida: “Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.” (Lucas 15:6b)

Orbus es parte de la familia ahora.

No es el perro más guapo de la calle; su ladrido es más un lloriqueo-gruñido-lloriqueo (aunque, sí, ocupa todo el cuerpo para sacarlo); le gusta “morder” el agua que sale de la manguera; cuando van llegando los niños a la congre, se mete debajo del sofá en mi estudio y finge estar dormido.

Pero, a pesar de eso, lo queremos y él nos devuelve el cariño. Él y Tango-el-gato son grandes amigos. Al principio, Tango-el-gato lo tiraba rodando entre cocina y sala; últimamente Orbus se lo paga con la misma moneda. Como sea, Orbus ahora es uno de nosotros y no pensamos tanto en sus rarezas.

Desde que le entregué mi corazón a Jesús, he sido parte de la familia de Dios. Me encuentro llevándome con gente que antes consideraba bastante rara. Bueno, a decir verdad, ¡sigue siendo gente rara! Pero luego me pongo a pensar: el que yo soporte las rarezas de los demás no ha de ser tan difícil como el que ellos soporten las rarezas mías. Como sea, yo soy parte de ellos ahora y no piensan tanto en mis rarezas. “...nos hizo aceptos en el Amado,” (Efesios 1:6b)

Orbus ha comenzado a aprender comandos básicos y obediencia.

Nuestra sobrina, Tina, trabajó con él las tres semanas que estuvo de visita con su mamá. Tristemente, se tuvieron que regresar a su tierra hace unos días. Eso quiere decir que si no persisto con su entrenamiento, Orbus al rato va a ser más molestia que bendición.

Hay gente alrededor de mí que comienza a aprender la obediencia a Jesús. Si no persisto en su entrenamiento, al rato puede ser más molestia que bendición en el trabajo del reino de Dios. Cuando se trata de Dios y Su Palabra, la obediencia selectiva no es obediencia.

Al mismo tiempo, Orbus tiene algo que realmente ¡me choca!

¡Nunca me da las gracias! Parece que ni idea tiene de qué tan suertudo es! Se la pasa felíz porque le doy de comer, lo acaricio, y le doy cosas que masticar. No valora cuánto hemos hecho por él. ¡Qué bruto! ¡Qué ingrato!

Bueno, ya no me está gustando la analogía. Pues, cada que lo pienso, es una maravilla que Dios no me saque a patadas de su casa de vez en cuando. Nunca confesaría que le he dado albergue a una actitud de que “Dios me lo debe”, pero es exactamente así cómo me porto. De alguna forma doy por sentado que mis necesidades y gustos básicos serán cubiertos... que si sufro no será por mucho tiempo... que si Dios quita será porque va a dar más después.

Orbus es un perro y le tengo que perdonar. Pero, ¿Cuál es mi excusa?

Siguiendo la tragedia en Haiti y acordándome de nuestros días pos-huracán en Cancun, me tengo que hacer una pregunta vergonzosa: ¿hace cuánto que he dicho, “gracias, Señor” por: despertarme hoy... techo... seres queridos aun a mi lado... un poco de agua para tomar... suficiente para bañarme... agua caliente para bañarme... con qué cepillarme los dientes... algo -cualquiera cosa- para comer... ropa... ropa limpia... zapatos... médico cuando lo necesito...?

¿Cómo es que tan fácilmente se me olvide que si fui rescatado por Jesús para toda la eternidad, cualquiera cosita demás que me dé es como el postre después de la cena?

jueves, 4 de febrero de 2010

"La salvación no es para todos, ¿verdad?

El lunes en nuestra clase de Teología Sistemática, tratamos el concepto de la salvación universal, algo propagado por algunos y aceptado de muchos como verdadero: básicamente que si Cristo ha muerto por todos y ha resucitado de los muertos, entonces todos ya están libres de juicio eterno.

Mientras la Biblia aclara que el sacrificio del Hijo de Dios fue completo, perfecto, y perpetuamente eficaz, también hace de manifiesto que muchos no escaparán de ese horror eterno. Ninguno siempre ha creído en Dios...ninguno jamás ha hecho suficientes buenas cosas para llegar al cielo... ninguno queda libre del pecado... ninguno es tan perfecto como para satisfacer las demandas de un Dios justo... ninguno va al cielo simplemente porque quiere.

A veces parece que hay un abismo ancho entre lo que creemos saber de Dios, la fe, o la religión y un momento real de personalizar Su mensaje de salvación. Debe haber ese momento decisivo en el que reconozcamos nuestra naturaleza pecaminosa y sus consecuencias, cuando oímos con entendimiento la invitación de Dios a arrepentirnos y creer en el Evangelio de Jesucristo, cuando concientemente lo invitamos, una vez por todas, a entrar en nuestra vida.

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3:36)

Materia bastante básica... pero, lo que surgió de esa plática breve fue algo más pesado a tratar.

Un hermano querido -siempre el más callado- preguntó, "así que, la salvación no es para todos, ¿verdad?" Siguió con "es que mis hijos____" y luego estalló en lágrimas. Resulta que sus hijos, uno por uno, habían invitado a Cristo a vivir en su corazon a temprana edad. Hoy por hoy, no parece haber mucha evidencia de ello.


Me quedé maravillado de los demás que intentaron ministrarle algo de ánimo. Uno habló de cómo el hijo pródigo (Lucas 15:11-24) en ningún momento se parecía al padre mientras malgastaba su herencia; y, que no sabemos los tiempos y trabajo de Dios para hacer que los pródigos regresen a casa.


De mi parte, hablé de cómo habemos muchos padres con esos recuerdos: el hijo que llora hasta dormirse en la noche porque quiere tener a Jesús en su corazón; otro que con valentía se pasa al frente de una iglesia en una invitación a aceptar a Cristo.

¿En qué momento hizo Dios que fuera difícil recibir a Jesús? ¿En qué momento hizo Dios que fuera difícil que un nino recibiera a Jesús? A pesar de lo que ocurra después, se me hace incongruente que Dios, habiendo preparado una salvación tan maravillosa, deje fuera del cielo a un niño por una "falla técnica" en su modo de venir.

Sí es cierto... no todo el mundo irá al cielo al morir... no porque sean "extra malos", sino porque murieron sin recibir a Cristo por fe en su corazón.

“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:17-18)

Sin embargo, el "ser salvo" no requiere tanta ciencia. De ser así, ¿Cómo es que los chavitos lo captan?

“Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” (Marcos 10:14-15)
 _____________________