jueves, 19 de noviembre de 2009

El arte de considerar...


Para Todos

Ah, estar vivo
una mañana mediados septiembre
cruzando arroyo
descalzo, pantalón enrollado,
cargando botas, mochila puesta,
rayos del sol, hielo en las orillas,
las Rocosas del norte.

Agitación y brillo aguas heladas de arroyo
piedritas volcándose bajo los pies, pequeñas y duras como dedos,
nariz fría escurriéndose
cantando adentro
música de arroyo, música de corazón,
olor a sol sobre grava.

Un poema de Gary Snyder (traducción Greg Smith)
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Realmente no nos conocen por quietos y reflexivos, ¿verdad? Estamos tan en el canal de hacer "business", tan en busca de alcanzar nuestras metas, que de repente no disfrutamos la profundidad y el pleno gozo de cada momento.

Para algunos, la meditación representa una disciplina ardua. Los maestros sinceros del Budismo Zen y sus discípulos intuyen cierta liberación que destroza y trasciende la incesante dualidad superficial de la existencia temporal. He ahí, su esfuerzo fenomenal por dejar de esforzarse... por alcanzar su "Nirvana"... por llegar a una perfecta armonía con la esencia de todas las cosas. Buscan un estado de gozo y celebración en el "ahora eterno".

Yo me pregunto: ¿en que momento la vida en el "ahora eterno" llegó a ser más suyo para buscar y disfrutarlo que nuestro?

“Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.” (Lucas 12:27)

Lo leemos tan literalmente que mientras no tengamos un lirio ante nuestros ojos, no podemos proceder con el ejercicio. Sin embargo, el arte cristiano de "considerar" permite que disfrutemos el momento hasta lo máximo, cualquiera que sea el objeto de nuestra meditación.

¿Te has dado cuenta que la vida cristiana no es como un libro dividido en capítulos o un programa de la tele que resuelve todos los cabos sueltos al final de cada capítulo? Ser cristiano es más un estado constante de ser. Si se resuelven los problemas y tensiones o no, somos siempre el factor constante en la ecuación... nosotros somos el testimonio vivo del poder transformador del Hijo de Dios.

Por supuesto que el esfuerzo de los maestros Zen queda corto. Lo mejor que pueden esperar es cierta sensación de vacío y una quietud relativa. Pero, para el creyente en Jesucristo, ¿qué significa realmente, "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria... (Colosenses 1:27)"

¡Nosotros hemos de ser los llenos de gozo que disfrutemos el momento al máximo!

lunes, 9 de noviembre de 2009

"No te deprima tanto la depresión; no te desespere tanto la desesperanza..."



"Además de mis numerosos amigos, tengo un confidente más íntimo. Mi depresión es la amante más fiel que he conocido -- no es de extrañarse que le correspondo el amor." Soren Kierkegaard

Mis años formativos fueron influenciados por elementos que habían reaccionado a los principios freudianos de una forma que, aunque hasta cierto punto entendible, dejaron la idea equivocada que nunca había razón por la cual un cristiano buscara una evaluación siquiátrica o receta médica.

Hoy día, sabemos que la depresión clínica, la bipolaridad y otros problemas de la misma índole son cuantificables y tienen sus raíces fisiológicas. ¡Qué frustrante y devastador ha de ser el agravar continuamente una depresión por la simple falta de tratamiento! Además, se van acumulando las supuestas “derrotas” en el campo espiritual. Si la depresión se cura simplemente por confiar en Dios y descansar en sus promesas, ¡algunos de nosotros hemos de estar en peores condiciones que los meros incrédulos!

Frecuentemente, nuestra depresión más profunda tiene sus raíces… NO en una falta de fe, una naturaleza pesimista, una baja auto-estima, ni una sensación de culpa, sino en algo mucho menos “condenable”, vinculado a lo que es la existencia en un cuerpo temporal.

Depresión y desesperanza…  ¿Dos cosas distintas?

Creo que nuestra renuencia a buscar ayuda médica proviene de una preocupación válida de que los humanos en general confundan la depresión y la desesperanza, o más preciso, que crean que la desesperanza sea lo mismo que la depresión.

La desesperanza –la que definen los filósofos como Kierkegaard- surge de una crisis de identidad, la sensación de vacío, el anhelo de validarse, un “algo más” cuya respuesta puede encontrarse únicamente en la resolución de una deficiencia espiritual. Esa deficiencia resulta ser la falta de la presencia de Cristo.

Cuando procuramos tapar esta desesperanza con píldoras y terapia, esperamos demasiado de ambas. Se convierte en un intento fútil de correr de la realidad, evadir el encuentro con las grandes preguntas de la vida, y olvidarnos de nuestra mortalidad. Tomar píldoras para hacernos felices en lugar de arrepentirnos y permitir que Cristo gobierne nuestros corazones solo nos asegura un lugar en la fila sobre el “camino ancho” que nos conduce a donde no queremos ir.

Hay, gracias a Dios, cristianos que viven con la depresión mientras ejemplifican la victoria espiritual. Les puede sobrevenir la negrura. Se pueden quedar incapacitados por el peso de su mismo conflicto interno. Y, aun así, pueden tener la cordura de reconocer cuándo necesitan una ayuda adecuada.

Todos los días, tienen que luchar para sentirse “normales”. A pesar de todo, viven en Cristo y procuran servirlo. De momento en momento, van manejando todo esto, mientras su dolencia es como una pantera negra acechándolos constantemente en la oscuridad interior.

Por favor, ¡cobra ánimo! Eres un ejemplo para los demás. Te felicitamos. No se trata de una falta o culpa. Mucho más que eso, se trata del poder sustentador de la gracia de Dios morando en un “vaso de barro” (2Co 4:7).

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,” (2 Corintios 4:7)

Por favor, ¡analiza bien!  Si lo que tú llamas depresión se parece más a desesperanza, ¡hay solución! Sin embargo, lo más probable es que no la encuentres en un consultorio. El vacío que sientes solo se puede llenar cuando te arrepientes y permites que Jesús more en tu corazón.

“y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Colosenses 2:10)

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